Fragmento de Relatos de Poder de Carlos Castaneda
<<Solamente si uno ama esta tierra con pasión inflexible puede uno librarse de la tristeza. Un guerrero siempre está alegre porque su amor es inalterable y su ser amado, la tierra, lo abraza y le regala cosas inconcebibles. La tristeza pertenece solo a esos que odian al mismo ser que les da asilo.>> – Dijo Don Juan –Don Juan volvió a acariciar el suelo con ternura.
<<Este ser hermoso, que está vivo hasta sus últimos resquicios y comprende cada sentimiento, me dio cariño, me curo de mis dolores, y finalmente cuando entendí todo mi cariño por él, me enseño lo que es la libertad.>>
Hizo una pausa. El silencio en torno era atemorizante. El viento silbaba suavemente, y luego oí el ladrido lejano de un perro solitario.
<<Escuchen ese ladrido. – Prosiguió Don Juan – Ese es el modo en que mi amada tierra me ayuda a darles esta última lección. Ese ladrido es la cosa más triste que uno puede oír.>>
Guardamos silencio un rato. El ladrar de aquel perro solitario era tan triste, y la quietud en torno tan intensa, que experimente una angustia adormecedora. Pensaba en mi propia vida, en mi tristeza, el no saber dónde ir, que hacer.
<<El ladrido de ese perro es la voz nocturna de un hombre. – Dijo Don Juan – Viene de una casa en ese valle hacia el sur. Un hombre grita a través de su perro, pues ambos son esclavos compañeros de por vida, su tristeza, su aburrimiento. Esta rogando a su muerte que venga y lo libre de las torpes y sombrías cadenas de la vida.>>
Las palabras de Don Juan habían entroncado en forma inquietante con mi línea de pensamiento. Sentí que me hablaba directamente.
<<Ese ladrido, y la soledad que crea, hablan de los sentimientos de los hombres. – prosiguió – Hombres para los que toda una vida fue como una tarde de domingo, una tarde que no fue del todo mala, pero si calurosa, y aburrida, y pesada. Sudaron y se fastidiaron más de la medida. No sabían a donde ir ni que hacer. Esa tarde les dejo solamente el recuerdo del tedio y de pequeñas molestias, y de pronto se acabo; de pronto ya era de noche.>>
Volvió a narrar una historia que yo le conté alguna vez acerca de un hombre de setenta y dos años, quejoso de que su vida había sido tan breve que su niñez parecía haber ocurrido apenas el día anterior. Ese hombre me había dicho: “ Recuerdo los piyamas que solía ponerme a los diez años. Parece que solo ha pasado un día. ¿A dónde se fue el tiempo?”
<<El contraveneno de eso está aquí. – dijo Don Juan acariciando la tierra – La explicación de los brujos no puede en modo alguno liberar el espíritu. Ahí están ustedes dos. Han llegado a la explicación de los brujos, pero no tiene ninguna importancia el que la sepan. Están mas solos que nunca, porque sin un cariño constante por el ser que les da asilo, la soledad es desolación.>>
<<Solamente amando a este ser esplendido se puede dar la libertad al espíritu del guerrero; y la libertad es alegría, eficiencia, y abandono frente a cualquier embate del destino. Esa es la última lección. Siempre se deja para el último momento, para el momento de la desolación suprema en el que un hombre se enfrenta a su muerte y a su soledad. Solo entonces tiene sentido.>>
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